lunes, 30 de mayo de 2011

Epifanía

Inhalo con la imagen de tu rostro fija en la mente. Contengo la respiración mientras examino las líneas que simulan tus facciones y las manchas que forman los ojos, el pozo de la locura. Exhalo y sigo con la mirada el humo que se expande hasta desaparecer en la sombra. Recargo la nuca en la pared y escucho un susurrar en mi oído; una voz nueva, pero vagamente familiar; una voz que acelera al corazón, vacía el estómago y nubla los pensamientos. Al límite de mi campo visual veo tu silueta ondulada en la sombra del humo. Miro de reojo y sé que sonríes pero no respondo, permanezco inmóvil. Es un hermoso deja vu, es el eco de otra memoria, el reflejo de un texto antepasado. Ya sé que de levantarme desaparecerías de vuelta en la neblina, así que espero echado, a que lleguen los primeros rayos de luz, a que se fundan contigo, a que te hagan invisible hasta mañana. Quizá sea cuestión de tiempo, quizá sea circunstancial. Quizá sean demasiadas drogas. Quizá sea un delirio de soledad y silencio. La única certeza son las caras que seguirán girando para ayudarme a decidir.

domingo, 1 de mayo de 2011

Alienus

La pantalla es vieja y parpadea. Es absurdo que un equipo tan sofisticado tenga una pantalla tan jodida. Después de algunas horas todo parpadea, todo brilla como un espectacular de neón blanco.
Y luego el café. Y luego la silla. Y luego los pies.
En ocasiones, hastiado, comienzo a preguntarme qué es lo que busco, pero nunca lo sé. Y eso es más absurdo. Es cansado y aburrido. Estoy seguro de haber dejado pasar más de una cosa por alto, pero realmente no importa. Rara vez aparece algo lo suficientemente grande o siquiera claro como para comenzar a considerarlo veraz. Hace unos años elaboré unas fórmulas para calcular el promedio de páginas que leía a diario. Olvidé la fórmula, pero recuerdo que el resultado tenía cuatro cifras.
Nombre, edad y país. En ocasiones una fotografía. Luego los archivos.
Cada gran hallazgo amerita un bono salarial. Pero es una cuestión más que nada de suerte. Es absurdo. Aunque la atención cuenta. Igual nunca he hecho un gran hallazgo. Nimiedades y falsas alarmas. Hay que aprender a leer, a identificar la clase de texto para descartar los que no están "cargados". El gran problema es discernir un argumento teatral de aficionado o un cuento policíaco de algún texto "cargado". A la mitad de la historia me doy cuenta que habla de lugares inexistentes o que los personajes tienen nombres de broma (Abstinencia confiesa asesinar a su esposo Pitus Largus por una infidelidad). Entonces tengo que descartarlo y abrir otro que, seguramente, tampoco tendrá nada. Muchas veces me quedo con las ganas de terminar de leer esas historias.
Me parece absurdo que exista una mente tan paranóica como para orquestar esta rama en la empresa. O simplemente tan ociosa como para reflexionarlo. Igual no me importa porque no firmo los cheques, sólo los cobro. Pero no tiene sentido creer que pueda salvarse el mundo revisando los servidores que almacenan los archivos de los usuarios. Suena enfermizo y ciertamente nos contagia. Digerir tanta mierda diariamente debe causar algún daño. Y retenerlo debe dañar aún más. Por eso nunca sé si estoy leyendo sobre algo que ya había leído anteriormente, porque permanentemente trato de olvidar. Por eso nunca sé si recuerdo algo propio.
El protagonista de mis sueños es una mancha antropomorfa que parpadea y habla mudo: con letras, con faltas de ortografía, con guiños, chistes, cartas, amenazas, chismes.
Somos el aparato escatológico de la colectividad virtual. Un aparato que, evidentemente, no es rentable.