sábado, 12 de enero de 2013

Gargajo insípido

A Laborio Engránez le sangran los pies cuando se cruza con un camino olvidado. Bien es cierto que se trata de un camino ya muy transitado, con poco que ofrecerle al mundo moderno, porque sólo tiene gente que anda por caminos escabrosos y se queja entre dientes, que igual necesitan comer. Caminan en desorden porque no hay vehículo que se acuerde de aquellos caminos primitivos en quienes nadie quiere pensar porque recuerdan la necesidad de trepar árboles y se sonrrojan tras una servilleta. De esta forma piensa Laborio cuando tropieza con tramos que ya guardaban el recuerdo de su sangre, es decir que la ira le hace perder el hilo de la congruencia, especialmente porque logra enunciar sus sentimientos de modo tal que cualquier rastro de odio se disimula ante su crítico más suspicaz: él mismo. Entona: “Qué suerte hay que tener al nacer”, y cada sílaba marcha un paso cuesta arriba, hacia el final del arcoíris.